La dolorosa verdad le asaltó mientras la seccionaba quirúrgicamente.
Residía en los fragmentos que lívidos e inestables reposaban sobre el
granito. Entre aquellos desordenados pedazos que hasta hacía escasos
minutos formaban una amable superficie, latía una amenaza: un
identificable trozo de hueso.
¡Ya no podía confiar ni siquiera en las aceitunas rellenas! Aquel
minúsculo pedazo de hueso era la prueba irrefutable de la existencia de
fisuras incluso en las certezas más absolutas. ¡Podría provocar
fácilmente la rotura de un diente en un momento de despiste!
No volvería a confiar en nada. Aquella aceituna contenía, en lo poco que
quedaba de su corazón, la respuesta a demasiadas preguntas.
Un hueso muy indiscreto Sara.
ResponderEliminarGeial !!
Queca
¡Gracias Queca!¡Hay días en los que hasta las blandas de las aceitunas rellenas se revelan!
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